El encuentro.


Una noche cualquiera, suplente de un día ordinario, de esos donde todo ocurre como lo previsto, con pautas y horarios. De extraordinario solo era el sentimiento profundo, ese que se mete entre tus costillas y se aferra tanto a ti que sientes como te aruña, un acto imposible de pasar por alto.

En aquella noche tenía el pensamiento constante de mejor quedarse en casa, al lado de su perro y con el ruido del pasar de los carros. Pero no era suficiente que aruñaran sus costillas, la rutina siempre ganaba y ya con tantos años era mejor no huirle al miedo. Con sombrero y abrigo nuestro buen amigo alcanzo el aire fresco, saboreando la ciudad, como quien saborea un nuevo amor pero siente nostalgia por los viejos, así se sentía, disfrutaba de la vida como le habían enseñado los años pero deseaba vivir los mismos recuerdos en donde su amada aún estaba viva y a duras penas llegaban los nietos.

Ahora solo se dedicaba a respirar y no se preocupaba por mantener la calma, eso como quien ya ha vivido lo suficiente, simplemente se le es natural. No es necesario agitarse por detalles ni preocupaciones, un suspiro y un aliento son más valiosos, pequeños instante que aprendes a saborear pero que lamentablemente no se tiene la sabiduría necesaria hasta que se es viejo.

Y al paso delas horas, en el descanso de algunos, el hombre camina y toca aquellos bancos viejos en donde podía imaginarse el mundo entero, pero que ahora entre aquella oscuridad no daban el mejor panorama. Él ya sabía que se acercaba pero era hora de volver a casa.

Entre medio del hogar ha preparado dos tazas de café, ha puesto galletas y puesto el mantel. Se arregla con sus mejores ropas y se toca las arrugas que siete décadas le han dejado, su mejor sonrisa se asoma. Y era una noche tranquila, pacifica, de esas que dan miedo y encuentran el alma, era su noche. Como un buen caballero le recibió y le regaño por hacerlo esperar, quizás fue como un beso o una caricia, quizás un encuentro como amigos pero la realidad fue que a la muerte le dio la cara, a estas alturas esa palabra no daba miedo, sintió como se acercaba el momento y pacíficamente dormido fue a donde hace años le esperaba su amada.

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