El buen señor. | Relato
“Un paso, dos, tres…35”
“Hola buen señor”
Fue lo primero que dijo nuestro viajero al tropezar. Aquel
joven proveniente de la ciudad se aventuraba en una oscura y fría noche que
pudiese ser comparada con una cueva a oscuras, ninguna estrella esa noche hacia
acto de presencia y su voz acompañada de su respiración danzaba en el aire
debido a la temperatura, su cuerpo podría doler por el cambio de clima pero la
emoción y el palpitar de su corazón no lo permitían.
Había llegado a ese pequeño pueblo después de dos días de
travesía, demasiado esfuerzo para solo una visita pero era un asunto que debía
tratarse en persona, así le había enseñado su padre y no era hora de cuestionar
su educación. Después de tener la mañana para descansar y dar calma a su
tempestad de sentimientos decidió que era hora de ir a visitar a sus suegros,
con ramo de rosas conseguidas en la plaza de aquel lugar salió del hotel en
busca de una nueva vida. Entre risas y risas transcurrió la velada y de la mano
de su amada realizo la gran pregunta.
¿Señor, sería tan amable de darme el permiso para amar a su
hija por el resto de mi vida?
Tradiciones que en algunas regiones hoy en día siguen
vigentes, añadiendo que el noviazgo llevaba tres años, se habían conocido en la
ciudad gracias a un tropezón en plena universidad que les hizo entrelazar su
destino y hace unos meses habían hecho planes de boda pero como sus ancestros
le habían enseñado.
Para tener vida prospera debes salir por la puerta grande y
con calma.
Así fue como lograron aplacar ese amor y esperar el momento
adecuado, que su agenda lo permitiese para viajar a casa de los suegros,
futuros padres y colaboradores de su nueva vida, todo estaba planeado, buen
trabajo y un joven con estudios bajo el brazo.
De esa forma nuestro viajero consiguió su propósito y con
júbilo consiguió su propósito, al caer la noche quisieron alojarlo pero como
siempre había escuchado.
“Mijo si ve a alguien no hable con ellos, pase educadamente
y haga una oración, usted va con Dios”
Cuentos y cuentos son lo que albergan pueblos antiguos, esos
mismo de los abuelos pero que hacer ante la ignorancia se repetía en su mente,
esos trucos son solo una mala pasada de la imaginación aquella cruel señora que
nos hace victima una que otra ocasión.
Entre silbidos y silbidos, canciones y risas iba solo bajo
el manto nocturno. ¿Acaso las estrellas no se dignarían a salir? , la alegría
no cabía en su cuerpo, un buen trabajo y ahora una esposa pero entre tanto
pensar y pensar decidió contar los pasos que le faltaban para llegar al hotel,
había tomado una colina y ya podía divisar una carretera que lo llevaría en un
par de minutos a tomar un descanso en una buena cama.
“Un paso, dos, tres…35”
“Hola buen señor”
Cansado de tanto andar decidió descansar un rato cuando
tropezó con aquellos huesos provenientes de la tierra, antes de darse cuenta
los había pateado, seguro de algún animal y con un par de copas encima gracias
a la celebración y toda la alegría posible anuncio.
¿Buen señor como traigo a mis amigos a un pueblo tan
alejado? Como no tengo muchos invitados, yo te invito a mi boda, te aseguro
será la más elegante de por aquí.
Buen señor, no sé tu nombre pero permite que mi boda sea
prospera, que los invitados llenen sus barrigas y no tenga cabida la tristeza y
como ya me estoy durmiendo mejor sigo mi camino, tenga buenas noches buen
señor, le estaré esperando ese gran día.
FUENTE |
Seis meses después nuestro viajero regreso, el día de la
boda había llegado. Entre un cura con todo el pueblo de invitado habían
aceptado el compromiso de la eternidad y como buenos anfitriones saludaban a
los presentes. La celebración estaba en todo su apogeo cuando los murmullos se
alborotaron.
Anillos de oro en mano, Liquiliqui blanco y botas de cuero
negro, deslumbrando al pasar, tal vez llevaba elegancia en su apellido y la
fragancia que desprendía era imposible de identificar. Los presentes decían que
aquel hombre era un hacendado, que inspiraba ser el dueño de grandes terrenos y
le recordaban a unos jóvenes que hoy en día eran casi los dueños de medio
estado.
El novio entre la confusión dejo a su novia atendiendo a los
invitados y como un caballero se acercó para saciar la curiosidad e invitarle
unos tragos.
Disculpe, me es inmensamente feliz que sea testigo de mi
boda pero me avergüenza decir que no le recuerdo ¿podría ser tan amable de
aclarar de donde nos conocemos? , luego le aseguro nos servimos unos tragos.
Solo unas palabras bastaron para dejar viuda a una novia
recién casada y propiciar un ataque al corazón…
La boda ha sido prospera, no ha entrado la tristeza, sírvame
ese trago que usted sin querer me ha pateado pues soy el buen señor que hace
seis meses a su boda ha invitado.
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